Lloviznea, es decir, llueve suavito, como llorabas tu sobre mí, muy suavito...
Esa tosecilla que de vez en cuando aparece me recuerda que te estoy somatizando por décimas de segundo, que lo que no me ha pasado en todo el invierno me está pasando ahora, a punto de empezar la primavera.
Me asomo a la ventana y a pesar del frío decido ir a verte aunque no estés aquí.
Entónces bajo por el Camino de San Antonio, y en el último momento decido hacer un quiebro a mi cerebro y bajar al centro paseando por el Albaycín....
Y en la primera calle apareces tu, en forma de balcón lleno de geranios. Me gustan mucho los geranios, por su color, porque siempre o casi siempre están en los balcones, expectantes, y porque sobreviven a casi todo, como yo.
y sigo bajando por las cuestas del barrio, respirando el olor a calderos de arroz y manzanilla.
Durante más de media hora he perdido la conciencia de donde estaba y no me ha importado, he estado buscando esquinas que me resultaran conocidas pero en ninguna estaba tu rastro. Así que, he bajado mi hocico hasta el suelo y así he conseguido recordar por dónde habíamos paseado tu y yo, y he encontrado la esquina donde nos paramos porque mis labios no podían más y necesitaban besarte y tus dedos, tus dedos suplicaban un lugar donde posarse y lo encontraron...
Entre balcones, escaleras y cables de luz, vislumbro una sombra que te aseguro que es la Alhambra y sigo por ahí. No te lo vas a creer pero la calle se llama Pan.
Justo lo que tu eres para mí, un alimento de primera necesidad que he dejado de comer bruscamente y que me reclama mi estómago.
Todas las mañanas desde hace mas de cinco días, despierto con tu cara en mi cabeza, y hasta he aprendido a convivir con el dolor que me produce.
Por eso, ahora que estoy paseando deseo con todas mis fuerzas un poco de aire, y aparece.
La calle Aire llega a mi rescate algo sucia pero encantadoramente oportuna.
Y mi cabeza empieza a calmarse, ya está más tranquila y es capaz de reconocer una terraza exquisita en Plaza Nueva donde me ofrecen un nutritivo desayuno a la una de la tarde. Una copa de vino blanco y unos cortes de jamón "del bueno", y unos trocitos de pan con aceite de ese que trajeron hace siglos...... y una sonrisa, la tuya al encontrarme por casualidad, tras llevar una hora buscandome por todas las esquinas.
Con mi alma ya nutrida y mi cabeza un poco al revés, ahora ya por otra cosa, subo por la calle Convalecencia, que es como estoy, convaleciente al echarte un segundo y otro, continuamente de menos, desde hace ya más de las prescriptivas 48 horas...
y cuando una lágrima se me escapa suena en el Ipod .... gitana no me llores que algún día volverás, a pasear por las calles de Granada......
Y dejo de llorar, porque yo ya estoy en esas calles y ya no puedo llorar....