¿A qué venís ahora,
treinta años sinverguenzas,
a mirarme a los ojos fijamente
vacilando sin piedad
sobre el sexo sin luz,
sobre mi lengua húmeda?
Ahora que llego yo
queriendo dieciocho,
para volver a Sodoma
y aprender a quererme.
¿A qué viene ahora
- que no lo he buscado-
el limpiar mis lágrimas blancas
con un erotismo
que no es digno de mí
si no es contigo?