No sé si soportaré volver a mirarte de frente
compartir el lado blando de la almohada,
preparar a cuatro manos el café,
comerme tu tostada,
y que al untarme de aceite la boca me pases
ese dedo por encima.
Probablemente no,
pero he de hacerlo.
Porque he aprendido mucho del
dolor superficial que causa vivir
de esta manera, juntas,
bajo un mismo techo
traduciendo la semiótica del sexo,
como un domingo cualquiera.
Ay la culpa, ya todo se comprende!