"Cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque".
Federico García Lorca.
Ardo por dentro y al saciar mi sed
vomito el líquido ingerido
de manera inmediata,
demasiado puro,
demasiado limpio,
demasiado.
Contemplo a una niña que flota
a dos palmos del suelo,
su cara tersa y pálida,
como esperando que caiga la lágrima
que la mantiene sujeta al mundo.
Quiero saber de ti
comprender el silencio de mil páginas
el parpardeo de la luz roja
cuánto y por qué pesa tanto tu nombre.
Sufro la pérdida de mi ser
cuando pienso en que mi avance no es
sino el retroceso que tanto me temía,
y prendo la llama que apagaste,
para volver a ser la sed,
y comprender que sólo
mirando fijamente un vaso vacío,
acepto mi necesidad y tu derrota.