Se agotó el tiempo en el que las costuras del dolor
estaban en contacto con la piel.
Se agotó mi tiempo y el suyo.
Ha llegado la hora de la sinceridad extrema
del llanto por el pájaro escapado de la jaula
de tocamientos ajenos al placer
Debo decir adiós.
Arrojar todo al vacío.
LLenar la copa
y escupir tu nombre.
Dejar que me dejes marchar
y romper las telarañas.
Ha llegado la hora de
disolver el imperativo de tu búsqueda
del acercamiento otra vez a mi derrota.
Susurra el aire
que la belleza perfecta es aquella
que se puede respirar una vez muerto
perdido
aceptado
reconocido
todo lo que nunca existió
por mucho que te empeñes.