jueves, 27 de octubre de 2011

UN ADÚLTERO AMERICANO. JED MERCURIO. ANAGRAMA


Título: Un adúltero americano

Autor: Jed Mercurio

Traducción: Jaime Zulaika

Editorial: Anagrama

Págs: 368

Precio: 19,50 €



Morbo elevado a la enésima potencia con una dosis de literatura lo suficientemente buena como para continuar leyendo y no parar.

Política, mucha, sexo, del bueno, y secretos, muchos secretos de estado que dejan de serlo solo para ti. Como decía, el morbazo está asegurado. El escritor lo ha hecho muy bien, ha seleccionado un personaje que lleva siendo objeto de análisis desde los años 60, cuya mujer sigue siendo icono de la moda, y cuya familia parece estar metida en un agónico bucle en el que cuando no hay muerte trágica, hay divorcio sonado, o desaparición en las aguas del Atlántico, o enfermedades mortales, o más asesinatos. Así que solo necesitaba saber escribir, y Jed Mercurio lo ha hecho. Ha elegido bien cómo dosificar la información histórica, perfectamente corroborada, con la ficción literaria y mantener las emociones a flor de piel.

Con una prosa espectacularmente adictiva, consigue que nos encontremos debajo de la cama del mismísimo presidente de los Estados Unidos, Jonh.F.Kennedy. Una biografía novelada del hombre que consiguió hacer del sexo adúltero un arte y un asunto de estado que todo el mundo miraba a través de un tupido velo.

Pasó a la historia, y como un personaje histórico ha sido tratado por Mercurio. Era necesario introducir una cantidad de morbo determinada, la justa para no caer en la obscenidad, pero la necesaria para que la política fuera un aliciente más que aumentara la líbido de cualquier lector que se acercara al libro.

Son todos los que están, pero no están todos los que fueron: Marilyn Monroe, Jaqueline Kennedy, Frank Sinatra… un cóctel digno de una lectura atenta e interesante que va aumentando su calidad a medida que vamos avanzando.

No interesa tanto el hecho,el adulterio podría hacerlo cualquiera de los muchos hombres mujeriegos que pensaban que la monogamia era lo último que se tenía que mantener en un matrimonio.

Era el presidente americano, un presidente por encima de cualquier circunstancia.
Pero cuando entraba en cualquier habitación de hotel no era más que una persona altamente sexual cuyo bienestar emocional dependía, exclusivamente,de mantener relaciones sexuales diarias, a poder ser, cada vez con una persona diferente.
Así, Jed Mercurio lo que ha hecho ha sido centrar sus investigaciones y su redacción en los aspectos sexuales de protagonista desde una perspectiva médica, analizando el por qué de la patológica necesidad sexual, que desembocó en un deseo enfermizo, algo que le esclavizaba hasta límites insospechados.
Por supuesto, estos devaneos necesarios eran consentidos, tanto por los estadounidenses como por su mujer, Jaqueline, que hacia oídos sordos a los rumores así como encontraba consuelo en las boutiques más caras de la ciudad.

Es interesante remarcar que el autor ha tenido a bien no establecer en su escritura ningún juicio de valor hacia el presidente, como así lo hizo la opinión pública americana, siendo esto lo que le permitió mantener la doble vida que llevó y que tan bien reflejada ha quedado en este libro.
Sin embargo, me atrevo a contradecir esta reflexión, en tanto en cuanto que es posible que esa doble vida no fuera tal, pues él en ningún momento hizo proclamas morales ni opinó sobre temas relacionados con los comportamientos sociales. Solo era un político, no un fabulador.

¿Separaba su trabajo de su vida, sus acciones de sus impulsos? No podemos dejar de pensar que sus impulsos-deseos,su enfermedad-adicción, debían convivir con sus obligaciones políticas, así que,echemos la vista atrás en nuestras vidas y pensémos: ¿hasta qué punto nuestras adicciones pueden separarse de nuestras obligaciones laborales? Lo más que podemos hacer es aprender a manejarlas, a vivir con ellas, a darles la atención justa que merecen, mantenerlas a raya.

Las adicciones no se pueden superar, pero sí manejar. Y Kennedy era un especialista en manejar situaciones adversas, así lo hizo con su adicción a las mujeres, con sus patológica necesidad de sexo, con sus dolores crónicos de espalda. Circunstancias todas ellas que le estaban deshaciendo por dentro, pero que le mantenía a flote ante el mundo.

Quizá sea que cuanto más destrozados estamos por dentro, más fuerza mostramos por fuera, aunque solo sea por el miedo a que descubran lo frágiles que podemos llegar a ser.
Cuando los heraldos negros se presentan sin avisar.

Elvira Ramos