Luis Cernuda decía que el deseo es algo cuya respuesta no existe. El
dolor podría ser una de esas inexistentes respuestas, sobre todo el dolor de
alguien que vive con el estigma de su origen como único hilo argumental de su
vida.
Abel Azcona, consciente de que su vida, que no su trayectoria vital, fue
un error consumado por madre prostituta y su progenitor desconocido, nos
invita, en “Empathy and Prostitution” , a comprender que los errores siempre son abonados aunque
no necesariamente en primera persona.
La acción performativa a la que asistí, abrió y cerró un círculo de sexo
a cambio de la “no soledad”, que sentimos todos en algún momento de nuestras
vidas, y que es lo que considero, que
subsanan las prostitutas, a parte de con su cuerpo, con la compañía que
proporcionan.
Además, me consta, que no siempre hay consumación física sexual, por
tanto, se confirma mi teoría de que el sexo, no es sino un complemento más de
todas las necesidades que cubren con su trabajo. Y de ahí, mi atrevimiento a dar
un nuevo nombre a la “compañía femenina”, a la búsqueda del vínculo, con el
propio yo por medio de otro. El
recibimiento que hacía el artista, no era sino un prólogo y epílogo del dolor
de vivir marcado para siempre. La desnudez, tendida y limpia de simbolismo, con
la que se presenta, como una pintura renacentista, muestra la fractura
emocional que arrastra, que no es fiel reflejo de la fortaleza interior con la
que consigue sobreponerse a la
mimetización materna que persigue inicialmente en su trabajo.
Y digo inicialmente, porque no es sino el punto de partida para obtener
un profundo conocimiento de sí mismo y procurarse una medicina alternativa y
propia, que ataque a la raíz de todas sus cuitas y dentelladas emocionales.
La deconstrucción de lo que somos
nos lleva a aceptar por qué lo somos y has adónde podremos llegar. A
partir del enfrentamiento consigo mismo, Abel Azcona nos preparó para obtener
de él lo único que podía objetivamente ofrecer sin perderse en el abismo: su
cuerpo y el espacio en el que habitaba. La pulcritud con la que no recibía en la cama es la metáfora de lo que
podemos encontrar en esta sociedad hipócrita, que permite la comercialización
del cuerpo de una mujer, pero no la libre disposición del mismo por su parte.
Así autodefinido como “un error social”, el artista transmitía su más absoluto
desprecio a aquellos que no sólo no cuidan de que esos errores no se cometan,
sino que colaboran en su ejecución bien activamente o sucumbiendo al ingente
interés económico que la prostitución mueve en casi todos los países.
Allí estaba todo, lo maravillosamente artístico
de esta atrocidad en los ojos de Abel Azcona, que al mirar al participante de
“Emphaty & Prostitution”, le mostraba el respeto por la acción que
ejecutaba, fuera la que fuera; porque si algo tiene este artista, es la
capacidad de hacerte sentir libre de culpa y juicio frente a todo que quieras
enseñarle.
El terror que tiene a sentir en su interior el eco que toda emoción deja,
le llevó a hacerlo a través de un intercambio económico simbólico, que le
aportaba la justificación necesaria a la hora de recibir el roce de una mano,
el calor de una boca en su cuello o una simple palabra susurrada al oído.
La acción que se desarrolló en esta habitación de hotel, no curó sus
heridas, sino que hizo que algunas de las nuestras volviera a abrirse, y fue
entonces cuando comprendimos que, de alguna manera, la imposibilidad de sentir
que dice tener el artista, debido a su infancia llena de maltrato, abandono y
soledad emocional, ha sido causada
por el no reconocimiento social de la soledad que todos sentimos y que,
paradójicamente, nos lleva a la individualización y la desprotección frente a
los errores ajenos.
La herencia de Abel Azcona es la postura de su madre, el vacío de su
ausencia y la confirmación de ser quien es y reconocerse como tal. Lo que él no
sabe, es que su nacimiento supuso la llegada de un mesías renovador, cuyo
mensaje, a pesar de la violencia y oscuridad que esconde, es lúcido y próspero,
para una sociedad siempre en lucha con sus necesidades básicas y sus
moralidades…y que frente a la absoluta falta de amor, bien está su
inteligencia.