jueves, 13 de febrero de 2014

Música para camaleones

Primer movimiento


 El ruido ensordecedor no aplaca mi sed,
no deja vacío mi hueco de ti,
hace tiempo que ya no aporta nada.

La luz difuminada me lanza hacia la otra luz,
el elixir de la eterna juventud
frente a la irreparable concepción
de qué es la vida.

Un golpe en mi corazón,
como si fuera de juguete
me regalas.
Apenas te importa.

Hoy está todo oscuro,
ya lo estaba desde ayer,
porque con mirarme me hieres
pero com verme no me salvarías.

Quiero gritar,
arrojarme para sentir y destruir tu fuego,
morirme de sed,
para que,
otra vez,
no se abra la grieta,
tal y como estoy,
por culpa del después,
de la luz de tus ojos,
del miedo a la soledad que ha perdido
hasta su nombre.



Movimiento número dos


Escribir de manera compulsiva
me facilita el dejar de pensar en ti.
O no.
En cómo llegar hasta el domingo,
habiendo soportado el martes,
y no querer morir en sábado
para poder decirle el lunes
a infinito que así como quiero.


Movimiento número tres

Se rompió,
no sé cuándo,
pero lo hizo.
Y ahora ya,
sólo me queda la tristeza
de comprobar que nunca
ha sido mío.


Movimiento número cuatro

Cómo es posible
-explicame tú que puedes-
que cuando suena la música
queda todo fundido en negro
si miro hacia dentro.
Será que solo hay hueco
y eso asusta.


Movimiento número cinco

El dolor persiste
aún
entre tanta belleza.
Quiero romper la jaula,
guardar uno a uno los pedazos,
y morir para poder resucitar sin ti.

Movimiento número seis

Sal y no dejes
ni siquiera los despojos
de aquello que tanto echas de menos
pero que nunca fuimos.

Movimiento número siete

No, por favor,
más,
otra vez,
no.

Movimiento número ocho.


Por fin me concentro en el aplauso,
Te fuiste y
respiré.


Hoy no era el día.