martes, 8 de febrero de 2011

Venecia, media hora después

Somos, amor
dos sonámbulos atemporales
que alimentan sus monstruos a base de poéticas
construidas más allá
de tu imaginación, y de la mía.

Y cuando uno mete la mano en el abismo
sabe que no saldrá de él indemne
pero lo toca
y a veces roza la gloria
con una mirada de quien está
a punto de salvarlo

Si cierro los ojos y te miro
sabiendo que también lo estás
haciendo tu, como esta tarde
es cuando comprendo que antes
o después o antes, más bien,
te vas a marchar así,
sin más que mirándome a los ojos
que tanto hoy has buscado.

Entonces, un olor a especias
y a violeta
me recuerda que no ha sido
mentira, como todo
lo leído de un tiempo a esta parte.

Y mañana, Hopper pintará de nuevo
a una chica blanca frente a un ordenador
sonriendo entre unas letras
que la han llevado a Paris
taumatúrgicamente, sí,
que es la facultad que ella tiene
para vivir una vida y luego otra
llena de prodigios.