martes, 22 de mayo de 2012

Rodrigo García

                La lágrima no disuelve
                   lo que no sabe decir.   
                                    Edgardo Dorby.




Me llega el ruido de la tarde
hace un calor celestial
y leerte a tientas mi poesía
me ha vaciado de tristeza
el corazón quejumbroso
y hambriento de ti.


Hoy el día tenía el mismo
color que tu camisa
sonaba a barullo con
dos desconocidos
y me ha sabido igual
que a ti lo tés calientes
a finales de un invierno duro
hablas de felicidad...
pero te miro a los ojos.

Y a pesar de que en casi todo
y  siempre hay mentiras
de por medio
en el gran teatro del mundo
es más que probable que
mañana te levantes sabiendo
que el amor también es así
que empieza y termina en los portales
como los poemas que nos gustan o
el rizoma que a veces toma forma.

Yo hoy por fin he despertado
en un lugar viejo y correoso
de penas en el alma
de penas mías.

Y quizá haya comprendido
que esta nostalgia que tras de ti
me invade es la que me mantiene viva
invitándome a  palpar lo que está por venir
a chupar el caramelo preferido
o a ser feliz en un mundo
este y paralelo
en el que mantengo tu recuerdo
incorruptible
aferrándome a él
porque es valor en alza
o pura y bella literatura.