Es posible
probable
más que seguro
que me tenga que marchar
de este país.
Misma lengua,
otra luz,
otro frío,
otro calor,
una ilusión
y dignidad.
Entonces querré
a otra nación
y a sus gentes
a otra cultura
y a sus corazones.
Seguiré amando a la España
de todas las generaciones que
vienen en los libros,
y a ti, que quedarás aquí
mirando a través de los cristales,
libro de Unamuno en mano,
cómo la lluvía limpia los destrozos
de una batalla campal
entre fervientes corazones
y bolsillos vacíos.
No me gusta la palabra adiós,
pero tampoco me gusta Dios,
y de vez en cuando le pido explicaciones,
como hoy.