miércoles, 28 de marzo de 2012

Ya no somos unos niños.

Un arduo fuego
quema las pocas ilusiones
que aún quedaban escondidas,
en el bolsillo derecho de
aquel abrigo que te ponías
para ir de tu cama hasta su boca.


Y al fin comprendes que
hay algo indispensable
para expresar correctamente
la tardanza de los días
y las calles,
de esa neblina al contemplar
la fachada de Santo Domingo,
y ver que los colores
resisten al amor
y a los desvelos
que dos cualquieras cuentan
en voz baja en el balcón.


Será que algo tarde he comprendido
que los lobos suelen besar
también a dentelladas.
Que no basta con depurar
llamadas no hechas, con sonrisas
en una foto de perfil color sepia
y además,
y eso sí que está muy claro,
ha quedado derogada toda posibilidad
de seguir queriéndote a escondidas
mientras cierro,
con la nueva secretaria dentro,
bajo llave la puerta del despacho
habiéndote mandado previamente
un ramo de flores con tarjeta
para que te quede claro
que si tú me dices ven, lo dejo todo
era el título de una antigua canción
que por suerte, o por desgracia,
ya ha pasado
de moda entre los nosotros.